miércoles, 28 de mayo de 2008

21

El llanto del penitente
Es rosa hiriente como cardo
Beso, proyectil, alado
Adiós de anciana loca,
Cuesta arriba,
Allá donde hasta la ira perece
Y todo es niebla, nebulosa...
Se pierden las caras, las voces,
¡Oh, enigmático oráculo!
Flagelante
El látigo del Ayer no se cansa
Y el camino, el camino es otra cosa...
Calla el verso, callan el cielo y los pájaros
Se enternece la fiera inclemente,
La que sabe de cruces y osarios,
Vidrios rotos, espejos vacíos,
Almas deambulantes de la noche,
Abortos de sí mismos, condenados
Cadáveres, brujos, navegantes...
Asustan, pero no interrumpen
El triste llanto del penitente
Petrifican pero no desvían
El triste andar del penitente
Cuyo rostro es lejano, lejano...
Cuyo ser es una piedra ahogándose
Un mañana incierto
Un Después con Antes
Como el sangrante harén de infelices
Buscadores sin tesoro, suplicantes,
Avanza el guando
Brilla la guadaña,
Perdura el sudario...
Entre losas y capillas
El mareo es lo mismo que la asfixia
El sórdido viacrucis del infame,
El maldito cuyo llanto penitente
¡Sí, maldito llanto el llanto penitente
Y bendito y divino al mismo tiempo!
¡Él supo de la espada vengadora,
Roció de púrpura y rojo los valles!
¡Quebró mandíbulas y máscaras,
Fue más fuerte que los fuertes,
Pero pide perdón, pide clemencia!
Ni una palabra
De entre todas las palabras
Ni un poema de tantas oraciones
De tantas lágrimas
Como cuentas de rosario
El llanto del penitente
Dagas, hachas, aspas
Jadeante se aproxima
La que ha visto, ha visto suficiente...
Y lo ama,
Ama al penitente
Como ama la lluvia las ventanas los gatos
El silencio elocuente
Los mapas relativos
Las señales equívocas
El suave rocío de los sanatorios,
En fin, ella ama
Como ama él, aunque distinto
Se abre el vagón que siempre estuvo
Y el llanto, el llanto infame oscuro cristalino
Bulle en lo profundo
Y tú sabes, tú, Madre Eterna
Cuán certero estaba.

David Alberto Campos V, Liberación de la Palabra, 2008

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