jueves, 29 de mayo de 2008

33

PEDACITOS DE CHILE

I

Reunidos. La fogata: restos de una silla pretérita, destinada a grandes cosas, consumida por el abrazo inconfundible de las llamas. La maga, la gran C, experta en psicodrama, prepara su medicina. Hace frío, pese a estar próximo el verano. Los colores, apenas perceptibles en la noche, toman el brillo de los grandes acontecimientos. L, analítica y receptiva, baraja en su mente cuadros, esculturas, fotos: de aquí saldrá uno de sus vitrales. Respiro rápido, lleno de entusiasmo, aunque trato de mantener el rostro solemne de mis camaradas. Las máscaras preparadas por C parecen observarnos. Atónitas, alegres. Sí, parecen observarnos, así como yo las observo, y observo a mis amigos en ellas, enfermo de nostalgia. Esa vez, antes de la despedida, ya me estaban despidiendo. Me daban su ternura, su sabiduría; me legaban la forma de abrazarse a través del viento, de los años, de las dimensiones. Dimensiones que bien conocía S, la bella mapuche, de ojos de estrella y alma pura, diáfana, amante de la oración como las otras. Mis ojos ya no ven, ahora vuelan. Encuentran ancestros, discursos, correcciones: remodelan mi propia vida, resuelven las imperfecciones. C, el matemático, intuye que esta lógica es tan interesante como la de Russell. Avanzan letanías, ilusiones, pálpitos de mi corazón liberado. Las penas ya no duelen, las sombras son tan hermosas como musas. Soy feliz, tan feliz ahora como entonces. Y entiendo que el ritual es otro, más allá de la oración, del canto espectral que trasciende. El ritual es amarlos, saberlos a mi lado aunque estén al otro lado del mundo, recordarlos con cariño y desearles lo mejor, y seguirnos viendo, en torno al fuego, llenos de ilusiones.


II

Es agradable hablar con A, el sabio. Es sólo un niño, pero sabe de la tierra, de la frutilla, de las lluvias venideras, de las tormentas (celestes y humanas). Está haciendo su bachillerato, pero entiende de enfermedades mentales como yo, intuye el carácter de la gente, se da cuenta si le mienten o lo engañan. Sé que A me admira, y yo lo admiro a él. Ha estudiado pensando en la promesa que me hizo: se esfuerza, pues quiere ser el primero de su clase. Ha llegado a casa y, sin perder el tiempo, ha ido con su madre y su tío al huerto. Con él aprendo a ser menos ingrato con la vida, a tolerar mi carga, a bendecir mi oficio. Su ejemplo me anima y llego a acompañarlo en la faena. Trabaja, trabaja hasta que llega la noche, cosechando lo sembrado meses antes, y el sudor que baña su ropa es el mismo de Aquiles, de Héctor, de Ayax. Sí, A es un héroe. Para la cena, entre risas y recuerdos, su familia es mi familia. Comemos el cordero asado en medio de chistes, de bendiciones, de gratitud. A, como sus hermanos, da calor a mi alma aterida, a mi alma llena de nostalgia golpeada por el viento del Sur. Por ellos logro ser feliz pese a la lejanía de mis padres. Duermo. Descanso. Temprano en la mañana, cuando la niebla aún reina, se escucha el lamento de su flauta de pastor. Mi corazón palpita al son de su melodía, la melodía del hombre humilde que agradece a Dios un nuevo día. Ya en la mesa, frente al suculento desayuno, puedo ver su rostro limpio, honesto, su mirada de fuego...así como lo veo ahora, y rezo por él.



III

La playa, dulce playa,
Adiós a los látigos, a los crucifijos
Me divierto en la danza de muchachas semidesnudas, regias, apolíneas. Ya escuché al profesor M, el erudito; ya hice el argumento; atrás quedaron
Sudor, afanes, miedo
Logos y aplauso
Y descanso, feliz de aprender felizmente. Como pocas veces en la vida. Circuitos, neurona, palmeras. Sabiduría científica y mundana. Dopamina en estructura química, dopamina en el feroz arrebato del amor viajero. Cuánto aprendí.

IV

La casa, bella casa vieja. Olor a sopaipilla, pebre, cazuela. La buena mujer en el fogón
Prepara el cordero que me hace navegar en tierra.

El hotel, mejor dicho, la marisquería. Empanada de locos, chupe y salmón a la italiana. Otra buena mujer (a lo mejor la misma: la Madre arquetípica, que siempre estuvo atenta) ríe y prepara el caldillo de congrio que me hace sacar tan buenas notas, según ella.

V

Los tres héroes: O, E y L. Sí, de nuevo el recinto solemne, los amplios corredores como laberintos, las amplias columnas de la Ciencia haciéndome sentir como en casa. De nuevo las neuronas el centro de la fiesta. De nuevo los amigos. Sólo que éstos, más que amigos, me hacían sentir el cuarto mosquetero. O, el publicista, que podía verse bien aunque no hubiera dormido por acompañar a su hijo menor al concierto punk anoche, riendo al compás de E, el tenista, que podía adivinar mis pensamientos, ambos junto a L, el grande, el hombre de las dos naciones. Los tres abrazados y riendo a carcajadas, cupiendo apenitas en la foto. Así los veo y los recuerdo, y es como tenerlos al lado, en la cafetería, hablando de psicosis y política. Así los veo y reconozco, agradezco el cariño y la ayuda, la carne asada junto a la polémica de fútbol, las anécdotas, la sonrisa omnipresente. Aprendimos y nos divertimos: en buen chileno, nos quedamos con “pan y pedazo”. Cuánto los extraño.

David Alberto Campos V, Liberación de la Palabra, 2008

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