jueves, 29 de mayo de 2008

26

La sonrisa
Eterna sonrisa
Del cadáver me saluda

Un tiro impecable, apolíneo
Una grieta en el sendero
Una profusa fuente
Y la rosa, la rosa omnipresente
Me acercan, me alejan

Yace el hombre que sabía de café y caballos. El que gozó anoche con la linda, tímida pueblerina. El que hablaba con el padre y el borracho. Pero no. Ustedes no sabrán su historia.

¡Adiós, adiós!, parece decirnos
¡Adiós, hijos de puta!
Hijos de la Santa, Madre Iglesia
Hijos de Dios, hijos del viento
Hijos de la guerra
Adiós, de uno que amó a su manera: con la mano ansiosa, en la tenue luz de las tabernas. Adiós para el policía, el obeso y calvo policía que teme por los suyos. Adiós para el alcalde, aunque no lo conozca. Adiós para el loco, el que se enfurecía y lanzaba bastonazos. Adiós para la comadre, para el tísico de la esquina, para el panadero. Adiós a los campos, a las multitudes. Adiós al consternado médico-poeta.

La hija llora
Nadie más llora
En la oscura pesadez de la mañana
Corren, aunque en realidad caminan
Amigos, de los buenos, de los no tan buenos
Curiosos, atrevidos

Y él sólo quiere Paz.

David Alberto Campos V, Liberación de la Palabra, 2008

No hay comentarios: